17/05/2024

"El organito es nostalgia que se resiste a morir"

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Con anteojos negros y siempre acompañado por algunas de sus cotorritas, Manuel Pender (artista y docente de un colegio secundario) comenzó sus actuaciones el 22 de agosto de 1999. Solía ubicarse con “El organito del recuerdo”, los domingos en la calle Defensa entre Carlos Calvo y Humberto 1º desde las 11 hasta las 18 hs aproximadamente.

Pero es en el año 2007, coincidente con la llegada de Mauricio Macri a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, comenzaron los problemas para Manuel al que sometieron a todo tipo de requerimientos. Luego de un tedioso trajinar burocrático la Dirección General de Ordenamiento del Espacio Público le otorgó en el 2008 un permiso por sólo 90 días, pero a pesar de su insistencia una vez vencido nunca lo logró renovar. Ese era el motivo de su ausencia por estos lares ya desde hace por lo menos dos años.


El organillero dio cumplimiento a las formalidades que le eran exigidas para desarrollar la actividad. De hecho en febrero de 2010 ingresó una última solicitud sin respuesta concreta. Además durante el proceso judicial Manuel pudo acreditar su inscripción en el Registro de Músicos Ambulantes, Actores, Mimos y otros.

 

El Gobierno porteño rechazó en reiteradas oportunidades la renovación del “permiso precario”, por considerar al organillero como “vendedor ambulante” y no un “promotor cultural”. Además entre los fundamentos para impedir las presentaciones de Manuel, se mencionó al sonido del organito plausible de ser considerado como una contravención por ruidos molestos. Sin embargo el Código de Habilitaciones de la Ciudad prevé la actividad de organillero la cual no sólo podrá ejercerse en parques y plazas sino también en “la vía pública”.


Pender recurrió a la justicia con una acción de amparo contra el Gobierno de la Ciudad “a fin de que se le ordene poner fin a su conducta arbitraria, que impide que participe en la vida cultural de la Ciudad, y le permita ejercer de modo pleno el derecho consagrado en el artículo 32 de la CCABA desarrollando su oficio de organillero”, ya que “la actividad que desarrolla no es comercial sino cultural” y por eso “no se encuentra alcanzado por las normas del Código de Habilitaciones y Verificaciones”.

La sala I de la Cámara Contencioso, Administrativo y Tributario de la Ciudad, integrada por Inés Weinberg de Roca, Carlos Balbín y Horacio Corti, ordenó al Gobierno de la Ciudad que otorgue el permiso al artista callejero para que pueda desarrollar su actividad en San Telmo. La causa “Pender Manuel Adolfo c/ GCBA s/amparo (art. 14 CCABA)” recayó en el juzgado Nº 13 a cargo de Guillermo Scheibler quien tras analizar la prueba recabada y las presentaciones realizadas por la defensa y la Procuración, dictó sentencia a favor del organillero, ordenando al Gobierno de la Ciudad “que en el plazo improrrogable de diez días dicte el acto administrativo que resuelva la solicitud de permiso interpuesta por Manuel Pender”.

En los fundamentos del fallo el magistrado porteño se encargó de remarcar que “el amparista no efectúa la actividad de venta en la vía pública de baratijas ni de ningún otro tipo de productos o mercaderías, sino que intenta desarrollar la actividad de organillero”.

Más allá de la solución favorable para el caso particular de Manuel, hacedores de la cultura y funcionarios porteños sin dudas deberán tener en cuenta la resolución de la justicia como un punto de inflexión. El caso en cuestión sienta precedentes para actividades como los bailarines y músico de tango que también expresan su arte todos los fines de semana en las inmediaciones de la Plaza Dorrego.

 

CINE Y TELEVISIÓN

Pender tuvo su momento de gloria cuando actuó en el film “Luna de Avellaneda” (2004) dirigido por Juan José Campanella, donde puede escucharse un fragmento de la canción mexicana “Allá en el Rancho Grande”. La filmación se realizó en el Club Regatas de Avellaneda. También participó en el programa infantil “Floricienta” emitido por Canal 13. Su arte fue disfrutado en eventos en el Paseo Recoleta para el aniversario de “Les Luthiers”.

 

LOS LOROS DE LA DISCORDIA

“Las Catitas” viven entre 15 y 20 años y se alimentan con mandarinas, naranjas, manzanas, girasol, y hasta choclo crudo. En una entrevista Pender aseguró que a veces pasan vecinos y le gritan “desalmado” por mantener “animales encerrados” o con  las alas cortadas. Pender asegura que mantiene a los animales con productos que integran hasta cinco cereales y además cuentan con atención veterinaria permanente.

 

MANU SALVO

En nuestro país sendas notas periodísticas dan cuenta que el último de esa estirpe fue Héctor “Manu” Manuel Salvo quien falleció el 11 de Septiembre de 1998. Su hija Mónica vende el instrumento en Mercado libre en U$S 35.000. Se trata de un objeto único por su valor patrimonial.

 

UN OFICIO EN EXTINCIÓN

Los organilleros fueron desapareciendo pudiéndose encontrar algunos en la actualidad en Argentina, Chile y México en donde sobreviven con características propias.

 

Los “Organillos” son instrumentos que reproducen melodías previamente grabadas en cintas o cilindros de papel o metal por medio de perforaciones. Originarios del norte de Europa y más tarde de Austria e Italia, el “oficio” de organillero se fue extendiendo y se cree que fue por 1880 que los primeros instrumentos llegaron a Latinoamérica. Tal es el caso de la casa “Wagner y Levien” de México. Fundada por inmigrantes alemanes los cuales rentaban a personas, para que estos ganaran algún dinero al hacer sonar el instrumento en las zonas públicas y de esta manera promocionaban el producto. Entre los primeros organilleros del que se tienen registro en nuestro país, se menciona a Sebastián Francevo. Este italiano residía en la calle Europa Nº 7 (Hoy Humberto 1º) Rápidamente se comenzó usar en los circos y teatros, pero el organillero era acompañado por un mono (casi siempre araña), para muchos se trataba de una parodia de la forma europea de explotación. Con una correa atada al cuello el primate adornado con un chaleco captaba clientela y se encargaba de pasar un sombrero o un tarro recolectando las monedas. Es a partir de 1876 que aparecieron los organilleros con los loritos. Los más veteranos sin dudas recordarán que por lo menos hasta fines de la década del 70 se podían encontrar organilleros en diferentes espacios públicos casi siempre relacionados con sitios turísticos. En la Boca la colorida comunidad Calabresa los hizo muy popular siendo la firma Rinaldi-Roncallo los fabricantes más conocidos. Para muchos los organilleros actuaron de hecho como difusores del tango argentino. En ese sentido el antiguo Consejo Deliberante declaró “de interés municipal” al organito callejero.

 

 Fuente: diarioJudicial.com / http://www.laopinion-rafaela.com.ar/   Foto: gustavoolivera.com.ar/

 

 

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