26/04/2024

CAMPO Y GOBIERNO

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Tres temporalidades en el análisis social

Entre el campo y el gobiernoExisten tres temporalidades que se entrecruzan cuando se analizan sucesos de la vida social: la temporalidad política, la mediática y la de la sociedad civil (1). Estos tres tiempos juegan su propia lógica y se articulan en la dinámica social y política cada vez que se ponen en primer plano los conflictos sociales. Por poner un ejemplo, cuando sucedía la crisis de 2001, las distintas organizaciones sociales y políticas (asambleas vecinales, piqueteros) poseían un tiempo político que muchas veces no coincidía con el de la sociedad civil, pues esta no iba a suspender la cotidiana actividad en pos de una lucha política que le resultaba ajena. Asimismo, el tiempo mediático, más veloz aún, se valía (y se vale) de lógicas comerciales que buscan la “novedad periodística” y la excentricidad de muchas de las manifestaciones de aquel entonces. Enorme desafío para los grupos en lucha, pues debían dialogar con los demás actores para articular una demanda legítima y visible. Paradoja de la contemporaneidad, el sentido se construye en y por los medios de comunicación, siendo estos el vehículo principal de la constitución de imaginarios sociales y desarrollo de fuerzas políticas. Hoy se pregunta al votante por quién votará según la imagen mediática y no por el encuadramiento a tal o cual línea política. Signo de los tiempos.

 

Las tres temporalidades en el conflicto agropecuario

Existe una coincidencia entre los politólogos y los especialistas en que, a poco de asumir Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de la Nación, la discusión que debía darse (por múltiples causas) era la de la distribución del ingreso.

La memoria social y política de los argentinos está constituida desde hace 30 años por la naturalización de diversas políticas económicas que han tendido a la desprotección de los trabajadores y los beneficios multimillonarios junto con la entrega de patrimonios públicos a las empresas de capital extranjero. En esa línea, se sospechaba que una de las FORMAS en que podía aparecer esta discusión distributiva podía ser a través del sindicalismo obrero, o bien, a través de un enfrentamiento con los sectores concentrados de la actividad agropecuaria. Esto último es lo que sucedió y no hay que sorprenderse: cuatro años de bonanza económica con el Presidente Néstor Kirchner y acumulación histórica de superávit fiscal dejan la puerta abierta para un debate de este estilo. Por eso, en el conflicto con “el campo” se suceden, se contraponen y disputan sentido las tres temporalidades explicadas al principio: la de la “sociedad civil” (término difuso que puede agrupar heterogéneas subjetividades, pero que refiere casi siempre a los sectores medios acomodados que respaldaron el lockout patronal), la de la “política” (en este caso, casi inseparable a la mediatización, pues cada una de las intervenciones de los agropecuarios privilegian el tono “espectacular” de los medios) y la de los “medios” (actor fundamental, cuestionado y discutido en la cobertura de esos sucesos, porque pusieron en primer plano todas las herramientas discursivas que implementan en la constitución de “tipologías” de sujetos, lo que deshistoriza y contribuye a la desinformación).

Asimismo, los cortes de ruta y paros alimenticios desnudaron la ineficiencia del Estado en el conocimiento profundo de las distintas situaciones que se presentan en el campo, sobre todo en materia laboral y productiva. Las retenciones móviles son un recurso válido en tanto no sea indiferenciada su aplicación y sean un buen sustento económico del país para mejorar la calidad de vida sobretodo de quienes se encuentran tanto en el umbral como debajo de la línea de pobreza. Para ello no hacen falta enfrentamientos televisivos que reproducen la lógica mediática (“ellos” contra “nosotros”) sino y fundamentalmente políticas serias y a largo plazo que favorezcan la equidad y la paliación de la actual desigualdad social que vive la Argentina.

Toda política estatal encontrará bloques de poder que, favorecidos por otras épocas y gobernaciones, no querrán perder su caudal de ganancia. Sin embargo, es el precio que hay que pagar si lo que se quieren son transformaciones verdaderas que garanticen el acceso de miles y miles de desplazados a una mejora sustancial de su calidad de vida.

 

* Estudiante Comunicación UBA-Sociales. Redacción Alerta Militante.


Para un análisis de las temporalidades, ver Reguillo, R (2004) “Subjetividad, crisis y vida cotidiana. Acción y poder en la cultura”, en Grimson, A. (comp): La cultura en las crisis latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires.

 

 

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