26/07/2024

Nuevos vientos en el Ministerio de Cultura de la Ciudad

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El relanzamiento del «Mecenazgo» prevé un mayor compromiso económico por parte de las empresas contribuyentes. Nota de opinión por Juan Manuel Beati*

El relanzamiento del «Mecenazgo» prevé un mayor compromiso económico por parte de las empresas contribuyentes. Nota de opinión por Juan Manuel Beati*

Recientemente tanto el Jefe de Gobierno como el Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires han anunciado dos importantes cambios positivos al servicio de la política cultural, por un lado una fuerte apuesta por la diversidad cultural, a través de la protección de los lugares en los que se gesta la cultura independiente (innovación y experimentación) y por otra parte un relanzamiento del mecenazgo promoviendo mayor compromiso económico por parte de las empresas contribuyentes, son dos medidas muy distintas, pero como veremos en esta nota responden a una misma finalidad.

La primera de las propuestas combina la decisión política del Jefe de Gobierno de profundizar las instancias de diálogo entre el Ministerio de Cultura y la Agencia Gubernamental de Control y sus organismos dependientes (DG de Habilitaciones y Permisos y DG de Fiscalización y Control), con la estrategia del nuevo Ministro de Cultura de volver a jerarquizar la creatividad en la Ciudad de Buenos Aires.

La nueva conducción de Enrique Avogadro como Ministro de Cultura ya no se conforma con resolver un ficticio conflicto urbano entre cultura independiente y seguridad, fabricado en confusiones e intereses de funcionarios y empleados con poca visión, se trata de pasar a establecer una política de estado que exprese con convicción, la íntima relación entre diversidad cultural y desarrollo, definiendo claramente los límites conceptuales entre establecimientos dedicados a la cultura independiente, de pequeña a mediana escala, aquellos que pertenecen al comercio, la industria o el mercado cultural, que fluctúan entre la mediana y la gran escala y la producción cultural dada a través de los organismos públicos, que suele darse a toda escala.

La nueva gestión se encuentra empeñada en demostrar que cultura independiente, diversidad cultural, «experimentoinnovación» (si se me permite el neologismo), desarrollo y bienestar social, conforman una misma línea política adecuada para contribuir a la resolución de problemas y profundización de avances.

Lo prioritario es el sentido que nuestras existencias alcanzan al ser parte de nuestro universo cultural, tanto desde la expresión activa como del disfrute pasivo de las diversas manifestaciones artísticas y culturales, pero es necesario tener presente que el arte y la cultura constituyen uno de los tres valores agregados necesarios para mejorar el valor de los bienes y servicios que se producen en nuestro país (industria, tecnología y arte/cultura). 

Licenciado en Estudios Internacionales, entre 2014 y 2015 Avogadro fue subsecretario de Economía Creativa del Gobierno porteño y tuvo a cargo el Centro Metropolitano de Diseño (CMD).

Visto así, la cultura diversa no es sólo un fenómeno social integrador capaz de hacer más feliz y trascendente nuestra existencia, también es una extraordinaria fuente de desarrollo económico, cuya sutileza la torna tan esencial como, lamentablemente, invisible a las concepciones economicistas más ortodoxas.

El nuevo Ministerio de Cultura tiene entre sus propósitos visibilizar esta fuente extraordinaria en los ámbitos políticos y empresariales y demostrar que el desarrollo se relaciona más con la felicidad de los miembros de una comunidad que con la fría aplicación de sesgadas recetas económicas de dudosa eficacia y peores antecedentes.

La economía tendrá un fenomenal crecimiento cuando esté al servicio de la cultura, la ciencia y el trabajo y experimente su extraordinaria fuerza integradora y desarrolladora, y no cuando pretenda ponerse en el centro, privándose de la creatividad, la experimentoinnovación e insistiendo en antiguos modelos incapaces de adaptarse a la única constante de este mundo: El cambio. 

Este pensamiento da pie a analizar una posible modificación en la ley de mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, que es el segundo tema que ocupa tanto a Horacio Rodríguez Larreta como a Enrique Avogadro. Hablábamos de la economía al servicio de la cultura y como todos sabemos, la ley de mecenazgo es la ley a través de la cual las empresas que tributan Ingresos Brutos en esta jurisdicción, pueden descontar parte de lo que destinen a proyectos culturales declarados de interés cultural, a la hora de pagar sus impuestos.

El mecenazgo se constituye así en una fuente de financiamiento mixto, público/ privado, para los mencionados proyectos culturales. Es mixto por cuanto los contribuyentes financian con su aporte al proyecto cultural y el estado resigna una parte de sus ingresos, al no cobrar parte de ese aporte.

Conviene aquí hacer un paréntesis para recordar que Enrique Avogadro ocupó el cargo de Secretario de Cultura y Creatividad en el Ministerio de Cultura de la Nación, donde llevó la idea de impulsar una ley de mecenazgo de nivel nacional a financiarse con el impuesto a las ganancias, allí tuve la distinción de colaborar con él, en el análisis de la legislación comparada a nivel nacional e internacional, los logros obtenidos a través de las diversas leyes de mecenazgo, sus formas de instrumentación y sus respectivos impactos económicos.

En ese análisis completo de todas las legislaciones, encontramos que la ley de la Ciudad de Buenos Aires es una de las que se encuentra mejor diseñada en aspectos que exceden esta nota, pero vale la pena puntualizar en lo que constituye su aspecto más objetable: Existen dos maneras de colaborar previstas en la Ley N° 2.264, por un lado está la figura del “patrocinador”, que es el contribuyente que efectúa su aporte a un proyecto cultural y obtiene el derecho a relacionar su imagen con la realización cultural con la que colaboró, lo que podemos denominar publicidad, este contribuyente a su vez obtiene el derecho a descontar el 50 % del aporte que efectuó, al momento de concretar su obligación fiscal; por otro lado, la ley porteña establece la figura del “benefactor”, que en otras legislaciones suele denominarse “donante”, bajo esta figura, el contribuyente puede descontar el 100 % del aporte efectuado al proyecto cultural, pero pierde el derecho a publicitar su imagen en el respectivo proyecto.

*El autor es asesor legal del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires

Nueve años de aplicación de la ley nos indica que la enorme diferencia en el tratamiento de deducciones impositivas entre patrocinadores y benefactores, ha dado por resultado que se produzca un gran desbalance en el uso de ambas figuras, optando casi la totalidad de los contribuyentes por aportar bajo la figura del benefactor, este desbalance torna casi ficticia la idea de un mecenazgo como fuente de financiamiento público/privado, dado que si la gran mayoría de los aportes efectuados luego son deducidos en su totalidad por los empresas, el financiamiento se torna casi exclusivamente público, desvirtuándose el objetivo de sumar al sector privado en el esfuerzo económico necesario para desarrollar nuestra cultura. 

Seguramente uno de los cambios que se promoverán en el relanzamiento de la ley de mecenazgo, se encontrará dirigido a equilibrar este desbalance, a fin de promover aportes genuinos por parte de las empresas para comprometerlas desde un real aporte financiero y una clara identificación de imagen.

Como decíamos antes, para crecer como comunidad, son necesarias todas las medidas que pongan a la economía al servicio de la cultura, el sector económico crecerá cuando sepa esperar los frutos de apostar por la diversidad cultural, esa forma de hermandad y convivencia que comúnmente denominamos “felicidad”. –

 

 

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