PEPERINA: DE CÓRDOBA A MONSERRAT
“Quiero contarles una buena historia, la de una chica llamada Peperina” cantaba Charly García en 1981 en un tema que relataba las vivencias de una fanática de su grupo (Serú Girán) La protagonista de esta historia, como aquella de Charly, también es cordobesa y también se llama Peperina. Nuestra Peperina nació un caluroso martes de abril de 1984 en Córdoba Capital, cerca de la histórica iglesia jesuita que se mantiene en pie a escasos metros de la plaza principal. Veintitres años después decidió regresar a su ciudad natal buscando quién sabe qué dato sobre su padre biológico y los familiares del mismo (tíos y abuelos). Pero aquella Córdoba de la primavera alfonsinista, en donde la provincia era un refugio histórico radical, ya no es lo que solía ser. Hoy, como sucede en todas las grandes urbes argentinas, las villas miserias se dejan ver al costado de las autopistas, aunque se las quiera tapar, y el cartoneo y los chicos revolviendo la basura son prácticas habituales que forman parte del paisaje característico de estas benditas tierras. “A Eduardo, mi padre biológico, jamás lo conocí. Ni siquiera en fotos. Mi mamá nunca me las quiso mostrar, es más, cuando le agarra la locura, rompe los pocos recuerdos en papel, fotos, que tengo de mi infancia. No se que le voy a contar a mi hija cuando crezca y me pregunte sobre mí, de cuando era chica. No tengo fotos ni nada, solo los recuerdos del orfanato y de los hogares por los que me fueron llevando hasta los 12 años, más o menos”. Cuando se enteró que estaba embarazada de Peperina, su madre, con tan solo 19 años, le comentó entusiasmada la noticia a su novio Eduardo. Pero él tenía otros planes y no quiso saber nada de aquel vientre de “La Cordobesa”. Los abuelos maternos de Peperina, a quienes jamás conoció, decidieron internar a su hija embarazada en un convento alejado del “pecado” capitalino, perdido en el Valle de Calamuchita. Vaya a saber las razones, pero “La Cordobesa” decidió traer al mundo a su pequeña hija; seguramente, la estricta fe del convento y la influencia de las monjas, le impartió el deseo de concebir, sin importar las consecuencias. En Córdoba, la democracia no era sinónimo de paz, trabajo y educación, por lo menos para esta madre con su pequeña niña en brazos y la Gran Capital significaba, en los ochenta como en la actualidad, para muchos despojados del interior, una luz de esperanza y progreso.
Los conventillos de Monserrat son las primeras imágenes que se le vienen a la mente a Peperina. Aquel de México y Sarandí en donde en una pieza dormían dos o tres familias, o el de Chile y Entre Ríos con las astillas de las maderas podridas hacían saltar a más de uno. Pronto, “La Cordobesa” conoció a un hombre y ese hombre la embarazó una y otra vez. El primero de los bebés falleció a las pocas semanas de nacer. El segundo se llamó como su padre y el tercero, sufrió más que ningún otro. Del cuarto, Peperina, apenas recuerda sus risas, sus llantos y su nombre: Julián. Hace años que no sabe nada de él. Hoy tendría 14 años. El padre, un integrante de la “mejor policía del mundo”, según las palabras de un ex presidente, utilizaba diariamente los métodos represivos de las comisarías del conurbano pero con su mujer y sus hijos. La hiperinflación y la crisis económica de finales de los ´80, dejaron a estos niños sin hogar. Su madre los abandonaba por primera vez, impotente ante las amenazas, los golpes y el maltrato de su pareja y sin saber qué hacer con sus hijos. No sería la única.
María Elena Naddeo, titular del Consejo de Niñas, Niños y Adolescentes, en la edición de julio de Alerta Militante, afirmaba que “muchos de los chicos violentos han sido abusados o maltratados en su primera infancia. Pero no todos los chicos abusados o maltratados se convierten en violentos. Esto atraviesa a todas las clases sociales, la violencia intrafamiliar es una visión social y cultural que afirma que el adulto es dueño de su hijo o ahijado y que aquel le provee de placer. En las estadísticas, este tipo de violencia permanece igual, no cambia”. Según los especialistas, la violencia psicológica o emocional es “toda acción u omisión que provoca, en quien lo recibe, alteraciones psicológicas o trastornos psiquiátricos”. Algunos ejemplos de abuso psicológico son: menospreciar o humillar al cónyuge o hijo frente a otras personas; gritar, insultar, ofender, celar, ejercer control, aislar de la familia y amigos, amenazar o dañar a personas o cosas queridas, de golpes o muerte y amenaza de quitar a los hijos.
El abandono constante, la falta de amor y cariño de una familia, en el mejor sentido de la palabra, estuvieron ausentes por muchos años de estos niños. Peperina hizo de madre, hermana mayor y de mejor amigo de sus pequeños hermanos. En los orfanatos no falta comida pero sobran castigos que rozan lo inhumano. “Ahí en el de Merlo, del cura Francisco, varios chicos se murieron, alguno se tiró debajo del tren y otros a veces no aguantan el ensañamiento de los propios chicos y no se acostumbran. Yo trataba de no meterme en problemas y que mis hermanos se portaran de la mejor manera posible”. Uno de los hermanos de Peperina me confiesa que, junto con otros compañeros del hogar, golpearon a un chico de tal forma que lo terminaron matando. Su hermana cree que exagera, que su hermano, actualmente tiene 18 años, se ha vuelto un mitómano –un mentiroso constante, una persona que inventa historias. Agustín, el tercero de los hermanos, dejó el orfanato en varias oportunidades por intentos de adopción pero en sus hogares postizos la pasó peor que rodeado de curas y monjas. Las familias que adoptan niños no siempre son como las películas norteamericanas las muestran. Agustín terminó en la Casa Cuna con un elevado grado de desnutrición infantil. Hoy tiene 16 años; no pesa más de 35 kilos y parece de 10. Las consecuencias de tantos trastornos en la infancia aparecen día a día en la vida de Peperina. Problemas para relacionarse, inseguridades con la familia que ella supo construir, celos y miedos constantes a ser abandonada. Aunque la violencia psicológica –señala un estudio de Trabajo Social, es la que se da con mayor medida, está presente en todas las demás formas de violencia; es necesario identificarla cuando se manifiesta de manera única, puesto que es a la que se le pone menos atención y requiere de tratamiento específico, como la terapia.
Le pregunto si alguna vez fue abusada: “No, tuve la suerte que no se metieran conmigo pero en alguna oportunidad alguna de las personas que trabajan en los hogares quiso observarme mientras me bañaba e incluso el hijo de una de las encargadas una vez me tocó la pierna mientras dormía. Él me decía que no diga nada, sino su mamá se iba a enojar conmigo y me puso un dedo en la entrepierna. Eso no me lo olvido más. Me sentí una porquería. Como un trapo de piso.” No todas las violaciones son carnales. En la infancia una mano fuera de lugar o unas palabras con intención sexual, pueden mortificar al niño de por vida, incluso en su adultez.
Según el censo nacional, elaborado durante el gobierno aliancista, en el 2001, Córdoba tiene algo más de 3 millones de habitantes. Hace 8 años, Peperina, junto con una amiga del secundario, se animó a llamar a su padre biológico buscando su nombre en la guía telefónica. Eduardo apenas atinó a decir que la extrañaba. Peperina no le creyó: “No hizo nada para que nos encontremos en un futuro ni me preguntó algo concreto sobre mí más allá de cómo estaba e intentar justificarse de porqué se borró cuando nací. Quizá mi madre no se hubiese transformado en una mala madre”. Es que “La Cordobesa” terminó siendo peor que su pareja, el hombre de la seguridad pública y de la inseguridad familiar. Golpes, desamor, insultos, patadas y ataques de ira contra sus hijos por ser chivos expiatorios de sus propias desdichas, la convirtieron, con el correr de los años, en un sujeto demoníaco para sus retoños. Esa relación de amor-odio aún persiste: “Aunque me duela como es, es mi mamá y siempre voy a quererla, porque quizá cambie con el tiempo”. “La Cordobesa” tuvo dos hijos más con otro hombre. Al golpeador integrante de la bonaerense a veces lo invita a tomar un mate a su casa en San Telmo pero no se ponen de acuerdo sobre qué hacer con los hijos. El mayor deambula por las calles del centro, durmiendo en un cyber o frente al Casino que está en la Avenida Rivadavia al 2400. Agustín vive en un hogar y trabaja la tierra en Merlo junto con sus compañeros. Peperina formó una familia y decidió regresar al lugar en dónde todo comenzó: el centro de Córdoba.
El 2 de septiembre los cordobeses decidirán el destino de su provincia por los próximos cuatro años. Mientras tanto, en la capital se percibe un boom inmobiliario como desde hacía tiempo que no se daba bajo la intendencia de Luis Juez, un hombre que dice ser transparente pero que es acusado de corrupto por varios de sus ex compañeros de partido. Su “Partido Nuevo” gobierna la ciudad desde hace 4 años y ahora, como rezan los carteles, “va por todo”: esto es, gobernar la segunda provincia más importante del país. Las encuestas hablan de un final cerrado e impredecible frente al candidato K (no por amor sino por descarte): el ex vicegobernador de José Manuel De la Sota: Juan Schiaretti (Partido Unión por Córdoba). El tercero en disputa, más alejado según lo que indican las encuestas, es un radical bendecido por Elisa “Lilita” Carrió: Mario Negri quien apela al cambio, una y otra vez. En realidad, todos se ponen el cartel del cambio, de nuevos, de outsiders de la política; por esa razón, Schiaretti nombró como compañero de fórmula a un ex basquetbolista, símbolo de la provincia: Héctor “Pichi” Campana. Al igual que en los tiempos del menemato, los deportistas, cantantes y “famosos” se ponen la pilcha de politiqueros baratos y salen al ruedo. Hasta el humorista conocido como “Larry De Clay” es candidato a gobernar el Partido de Escobar, en la provincia de Buenos Aires, por el Frente Para la Victoria. En tiempos en que el ciudadano estudia quién votar al estilo Gran Hermano, los políticos llaman a sus votantes gente y despolitizan, lo más posible, el concepto de pueblo. Hasta el vecino ha reemplazado al ciudadano. A Peperina poco le importa la política. Le pregunto a quién votaría y responde que todos se parecen: “mienten y quieren imitar la campaña de Macri o la de Cristina con eso de que el cambio recién empieza”.
En Villa María, famoso por su festival folclórico, triunfó el PJ en las recientes elecciones para intendente por un 5% sobre el PJ Disidente. El partido de Juez, salió tercero. Para los delasotistas es un anticipo de lo que sucederá en septiembre. Para los partidarios de Juez y Giacomino –candidato a gobernar la ciudad de Córdoba y actual vice de Juez- una muestra del poder del PJ en el interior de la provincia que no se refleja en las grandes urbes cordobesas. Peperina recorre su ciudad natal y una seguidora del Partido Vecinal que candidatea a Olga Riutort como intendenta, le obsequia un escudito rojo y blanco bañado en oro. “Fuerte, sensible, trabajadora” reza el folleto de campaña de la ex mujer del gobernador De la Sota. Mientras tanto, en la plaza San Martín cuatro chicos se pelean por un quien aspira primero el Poxiran. Peperina, finalmente, no llamó al hombre que no quiso ser su padre.
Tanto en Monserrat, San Telmo, Balvanera, Córdoba o cualquier provincia del país, un chico espera algo más que promesas rotas. Un juguete, un plato de comida, una golosina, un abrazo, un gesto de cariño. Amor. ¡Feliz Día para todos los chicos y para todos aquellos que pelean por mejores condiciones para los niños de este país!
* Redacción Alerta Militante
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